El final de la temporada cinegética supone un motivo de alegría para muchas personas que realizan actividades en la naturaleza ya que la caza es motivo de múltiples conflictos; y el uso de armas en el campo implica un elevado riesgo de accidente y una fuerte sensación de inseguridad cuando se escuchan disparos; especialmente si se producen cerca. Basta recordar que todos los años varias personas fallecen o sufren accidentes graves provocados por disparos de armas de caza.
En la Comunidad de Madrid, si sumamos los meses de la temporada de caza menor, de mediados de octubre a finales de enero; la de la media veda, de mediados de agosto a mediados de septiembre; y añadimos las autorizaciones habituales de descastes de conejo y zorro, así como los periodos en los que es posible practicar la caza mayor (jabalí, corzo, cabra montés, ciervo…) nos encontramos que durante todo el año hay armas de fuego en el campo.
Por otra parte, son millones de personas las que practican actividades profesionales o de ocio en la naturaleza (ganaderos, agricultores, investigadores, senderistas, montañeros, ciclistas, turistas, naturalistas, recolectores de setas y frutos silvestres…) que pueden ver limitados o anulados sus derechos al libre tránsito y al uso y disfrute de la naturaleza debido a la caza, una actividad practicada por apenas 850.000 personas, menos de un 2% de la población española pero paradójicamente ejercida sobre el 87% del territorio español, incluidos la mayoría de los espacios naturales protegidos.
Además, entre las razones para esta celebración encontramos que la caza es una actividad recreativa, alejada, por tanto, de cualquier cuestión relacionada con la subsistencia que la justificaba en tiempos pasados y, como consecuencia de esa manera tan cuestionable de ejercitar el ocio mueren anualmente más de 20 millones de animales en España.
Añadir, que la caza es fuente de contaminación por plomo, un metal pesado del que se esparcen anualmente por nuestro territorio varias toneladas; que provoca usurpaciones y cortes de caminos y vías pecuarias impidiendo el derecho al libre tránsito que protege nuestra Constitución; que genera maltrato animal vinculado a las rehalas, los galgos, el tiro al pichón o la caza con hurón; que se encuentra entre las causas del declive de numerosas especies como la tórtola común, codorniz común y perdiz roja; que altera los equilibrios ecológicos a través, por ejemplo, del control de predadores; que impide el intercambio genético de las poblaciones de muchas especies de mamíferos debido a los cada vez más frecuentes vallados cinegéticos; que en numerosas ocasiones encontramos que personas del mundo de la caza se sitúan fuera de la ley practicando el furtivismo, poniendo venenos…; que defienden métodos que son contrarios al ordenamiento jurídico y criterios de protección de la naturaleza de la Unión Europea (parany, perdiz con reclamo, silvestrismo…).
Como vemos hay una amplia diversidad de motivos para estar en contra de la caza como la actividad recreativa, comercial e industrial en la que se ha convertido.
El recorrido de la excursión se desarrolló por la Vereda de Camarma al Puente Zulema, la cañada real Galiana, el camino del Prado Carnicero y las lagunas del Sueño, con salida y llegada en el barrio de Espartales, donde los participantes pudieron compartir los argumentos que justificaban la ruta de celebración del final de la temporada de caza, así como otras cuestiones relativas a las zonas de seguridad de caminos y viviendas, el proceso pendiente de amojonamiento de la vereda así como información general sobre la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y las cañadas.
Una sensata, necesaria y cada vez más demandada revisión de la práctica de la caza debería de promover cambios profundos tendentes a su desaparición o, al menos, a un enfoque radicalmente diferente en el que como última opción solamente pudieran cazarse aquellas especies que provoquen daños importantes; ampliando notablemente los lugares en los que no se pueda cazar; eliminando los vallados cinegéticos; prohibiendo los criaderos de especies cinegéticas, la media veda, la sobreexplotación y la caza industrial y comercial; limitando las especies objeto de caza en relación al papel que juegan en los ecosistemas; sustituyendo totalmente el plomo de la munición; ampliando las zonas de seguridad; prohibiendo el corte temporal de los caminos públicos por la organización de monterías e incrementando los agentes de la autoridad encargados de la vigilancia de la naturaleza, entre otros.
Estos cambios harían posible facilitar el contacto de la población con la naturaleza y el desarrollo pleno de muchas otras actividades en los entornos rurales que actualmente la caza supedita a su práctica y que permitirían generar y consolidar una importante economía para la revitalización de los pueblos, el uso sostenible del medio natural y la conservación de la biodiversidad.
Esperamos poder alcanzar todos o algunos de los objetivos marcados para lo que promoveremos cualquier iniciativa tendente a conseguirlos. El próximo año repetiremos esta “Ruta-Fiesta” en las mismas fechas esperando contar con actividades lúdicas y más asistentes.